Ana Hernández Vázquez, CEO de Quality Lives | Las empresas deben apostar por formaciones “in company” que ayuden a sus líderes a tomar mejores decisiones, a gestionar conflictos con inteligencia emocional y a fomentar una cultura de agilidad y colaboración.
Quizá, entre los principales problemas con las que se enfrentan las compañías está la resistencia al cambio. Y, ¿Por qué? Pues porque no es que la innovación no sea deseable, sino porque, en la práctica, romper con lo establecido genera incomodidad y, además, a la mente no le gustan los cambios, sean buenos, malos o regulares, es una máquina procesadora de hábitos. Y es que en muchas compañías se perpetúan sistemas que ya no aportan valor porque cambiarlos implicaría replantearse dinámicas cómodas para algunos pero costosas para el conjunto de la empresa ¿Cuántas decisiones estratégicas se frenan porque “así se ha hecho siempre” ¿Cuántas oportunidades se pierden por miedo a cuestionar el statu quo?
A esto se suma la ineficiencia en la toma de decisiones. Reuniones interminables, estructuras de poder confusas y exceso de información, ralentizan la ejecución. Muchas veces, los líderes prefieren el control a la delegación, y esto termina asfixiando la capacidad de respuesta de los equipos. El resultado es una organización donde la ejecución se vuelve lenta, pesada y frustrante para los colaboradores de esa empresa y, posiblemente, llegue a ser, el motivo del cambio de su puesto de trabajo, es decir, se perderá factor humano de calidad dentro de la plantilla. Pero no será no solo esto, sino el coste de encontrar una persona que acceda a esa vacante y la correspondiente curva de aprendizaje.
Otro problema crítico es la falta de formación real en liderazgo dentro de las empresas
Cada día se promueve a personas con talento técnico que, por su valía, han demostrado que desde un punto de vista de contenido técnico, merece un puesto superior pero sin habilidades para gestionar equipos humanos o impulsar cambios. Y es que el liderazgo no se improvisa, se debe aprender, entrenar y desarrollar y, todo esto, en algunos casos donde no es algo innato. Y aquí es donde las empresas deben apostar por formaciones in company que ayuden a sus líderes a tomar mejores decisiones, a gestionar conflictos con inteligencia emocional y a fomentar una cultura de agilidad y colaboración. Si el liderazgo interno no se fortalece, cualquier intento de eliminar barreras quedará en intenciones vacías.
Un buen liderazgo debe basarse en la comunicación entre departamentos. Saber hablar, escribir o leer, desde un punto de vista académico, no significa saber comunicarse. En muchas empresas, cada área opera como un silo, protegiendo su territorio en lugar de trabajar con una visión común. Esta falta de conexión impide que las buenas ideas circulen y que las sinergias naturales se aprovechen. Las organizaciones que logran romper estos muros son más innovadoras, más rápidas y mucho más motivadoras para quienes trabajan en ellas.
Y es que, si nos paramos a pensar, en muchas ocasiones, lo que impide a una empresa crecer no siempre es el mercado, la competencia o la falta de recursos. Muchas veces, el enemigo está dentro. La clave está en identificar qué procesos, estructuras o dinámicas sobran y, lo más importante, tener el liderazgo y la valentía para hacer algo al respecto. Apostar por la formación de líderes dentro de la empresa no es un lujo sino una necesidad urgente si se quiere dejar de ser prisionero de la propia inercia y construir organizaciones realmente competitivas.